Enfrentarse a un nuevo trabajo puede ser intimidante, pues salir de la zona de confort implica aceptar el miedo al cambio y la incertidumbre. Sin embargo, ese miedo es señal de que estás a punto de experimentar un gran crecimiento. A medida que enfrentas desafíos y superas obstáculos, descubres fuerzas y capacidades dentro de ti que no sabías que tenías. El proceso de adaptación y superación permite crear un nuevo tipo de confort. Es precisamente en este proceso donde surge la necesidad de una pausa, una escapatoria que permita reconectar y crecer. Así nace Chilá, un espacio diseñado para combinar confort y aventura, permitiéndote disfrutar del camino mientras exploras nuevas posibilidades y te reconectas contigo mismo.
En la serenidad de estas montañas se encontraba una piscifactoría, un criadero de truchas que funcionó durante varios años. Tras el cierre de este negocio, el espacio fue transformado en un lugar donde mi familia solía reunirse, convirtiéndose así en el centro de numerosos encuentros, tanto familiares como de amistades cercanas. Todos aquellos que nos visitaban experimentaban una sensación de paz, libertad y unidad, atributos que este espacio nos brindaba de manera natural.
Este es un lugar mágico en el que, al conectarnos con la naturaleza, se percibe una energía singular. La calma se apodera de la mente, propiciando la sensación de libertad, libre de las ataduras de la vida cotidiana y de las rutinas que nos apartan de la belleza que ofrece un entorno tranquilo. En este espacio, lejos del bullicio urbano, uno puede respirar el aire puro, enriquecido por los aromas y sonidos característicos de la naturaleza.
El amor y el cuidado con los que mis padres construyeron y mejoraron esta casa se notan en cada detalle. No solo la levantaron, sino que la fueron reconstruyendo y mejorando con el tiempo, siempre poniendo su corazón en cada rincón. Cada pared, cada ventana, cada espacio tiene un toque suyo, un reflejo del esfuerzo y la dedicación que le pusieron.